Tyros, la perla del Thassa
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 CITAS DE LOS INICIADOS EN LOS LIBROS

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Dalsay el Negociador

Dalsay el Negociador


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MensajeTema: CITAS DE LOS INICIADOS EN LOS LIBROS   CITAS DE LOS INICIADOS EN LOS LIBROS I_icon_minitimeJue Mar 04, 2010 2:22 am

-Secuaces de los Iniciados —dijo Flaminio—. En efecto, los códigos de las castas no permiten que los Iniciados porten armas; tampoco se les permite herir o matar; por lo tanto, para cumplir esos propósitos necesitan contratar a otros -fue mutilado, y tuvo que beber ácido.

-Al cumplir los diecinueve años, comparecieron miembros de la Casta de los Iniciados.
Habían decidido que la joven iniciase su viaje a las Sardar, que, de acuerdo con las enseñanzas de los Iniciados, viene impuesto por los Reyes Sacerdotes sobre cada goreano antes de cumplir los veinticinco años.
Si una ciudad no se preocupa de que sus jóvenes realicen el viaje, entonces, de acuerdo con tales enseñanzas, pueden caer desgracias sobre la ciudad.
Es una de las obligaciones de los Iniciados el mantener registros y determinar que cualquier joven capaz lleve a cabo el viaje y quede libre de la obligación para con los Reyes Sacerdotes.

- la religión de los Reyes Sacerdotes, bajo el control de los Iniciados, que utilizaban gobernantes seglares, era propagada a sangre y fuego. A veces, los que porfiaban en conservar las antiguas costumbres, o eran atrapados haciendo la señal del puño, el martillo, sobre su cerveza, eran sometidos a tortura hasta morir. Yo sabía de uno al que cocieron vivo en una de las grandes tinas enterradas, revestidas de madera, en las que se cocía la carne para los criados. El agua se calienta por medio de colócar en ella piedras sacadas del fuego. Cuando la piedra ha estado en el agua, se la quita con un rastrillo y se la vuelve a calentar. A otro lo asaron vivo sobre un espetón, encima de un gran fuego. Se decía que no había proferido sonido alguno. Un tercero resultó muerto cuando una víbora, metida a la fuerza en su boca, le desgarró el costado de la cara para poder salir.
Miré el inexpresivo rostro, pálido y arrogante, del Sumo Iniciado en su trono.
Se hallaba escoltado por Iniciados de categoría inferior, con sus vestiduras blancas y sus rapadas cabezas.

- Los Iniciados no comen carne, ni judías. Están versados en misterios de las matemáticas. Conversan entre ellos en goreano arcaico, lengua que la plebe ya no habla. Sus ceremonias se ofician asimismo en este lenguaje. Algunos fragmentos sin embargo, se traducen al goreano contemporáneo.

- Me habían informado de que, arrepentido de la perversidad de su vida, deseaba que le llevaran, una vez muerto, al templo de los Reyes Sacerdotes en Kassau, y que el Sumo Iniciado del mismo, si tal fuera su misericordia, trazara en sus restos mortales, con los sagrados óleos, el signo de los Reyes Sacerdotes.
Así se indicaría que él, Forkbeard, si no en la vida, había admitido en la muerte lo erróneo de sus hábitos y se había convertido a la voluntad y prudencia de la fe de los Reyes Sacerdotes.

- Los iniciados son una casta poco menos que universal, bien organizada y laboriosa. Disponen de numerosos monasterios, recintos sagrados y templos. Un iniciado puede muchas veces recorrer cientos de pasangs y pernoctar siempre en una casa de iniciados. Se tienen por la más alta de las castas, y en cuantiosas ciudades se les considera así normalmente. A menudo se producen tensiones entre ellos y las autoridades civiles, ya que cada uno se juzga soberano en las cuestiones de política y jurisprudencia de su región. Los iniciados disponen de leyes propias, y tribunales. Ordinariamente, su cultura tiene, sin duda, poco valor práctico; se centra en las autorizadas exégesis de textos dudosos y difíciles, que se pretende son las revelaciones de los Reyes Sacerdotes; los detalles u observancias de sus propios calendarios, sus interminables y enrevesados rituales y demás. Pero, paradójicamente, este tipo de estudios, por faltos de sentido que parezcan, tienen un sutil aspecto práctico, pues conducen a fusionar a los iniciados, a hacerlos interdependientes, y en gran medida distintos de los hombres comunes. Los sitúan aparte y los hacen sentirse importantes y sabios, y especialmente privilegiados. Existen muchos textos, claro está, que son secretos para la casta, y ni siquiera asequibles a los eruditos. Se dice que contienen maravillosos ensalmos y poderosa magia, en particular si se leen para atrás en ciertos días festivos. En tanto que las castas altas no suelen tomar muy en serio a los iniciados, ni tampoco los miembros más inteligentes de la población, excepto en cuestiones de alianza política, sus doctrinas y su presunta capacidad de interceder con los Reyes Sacerdotes y fomentar la prosperidad de sus partidarios sí que son vistas con respeto por muchas de las castas inferiores. Y numerosos hombres, quienes sospechan que las pretensiones de los iniciados son imposturas, evitarán, no obstante, enzarzarse con la casta. Particularmente, esto es peculiar de los dirigentes civiles, que no desean que el poder de los iniciados vuelva a las casta inferiores contra ellos. Y, después de todo, quién conoce bien a los Reyes Sacerdotes, fuera del hecho evidente de que existen. La barrera invisible que circunda Sardar es prueba de ello, y el control, por medio de la muerte llameante, de las armas e invenciones ilegales. El goreano sabe que los Reyes Sacerdotes existen, quienes o lo que sean. Ignora, desde luego, su naturaleza. Aquí es donde el papel de los iniciados adquiere su máximo poder. También se enfrenta con una casta social y económicamente potente que pretende ser capaz de mediar entre los Reyes Sacerdotes y el vulgo. ¿Y si algunas de las pretensiones de los iniciados fueran correctas? ¿Y si gozan del favor de los Reyes Sacerdotes?
El goreano común se inclina a proceder con prudencia y respetar a los Iniciados.
Frecuentemente, empero, mantendrá con ellos el menor contacto posible, lo cual no significa que no colabore en sus templos y participe con dádivas para aplacar a los Reyes Sacerdotes.

- La actitud de éstos hacia los iniciados, según recordaba al haber estado en Sardar en una ocasión, es, por lo general, de desinterés. Se les juzga inocuo. Muchos Reyes Sacerdotes los consideran una evidencia de las aberraciones de la raza humana.
Es una enseñanza de los iniciados, dicho sea de paso, que sólo los de su casta pueden alcanzar la vida eterna. Nadie, a excepción de ellos, posiblemente, se la toma muy en serio. Por lo corriente, los goreanos opinan que no hay razón alguna por la que sólo los iniciados debieran de vivir eternamente. Pese al temor que suelen suscitar en las castas inferiores, a los iniciados se les considera un tanto raros y suelen figurar en los burlones chascarrillos del vulgo. Ninguna hembra, eventualmente, puede convertirse en Iniciada. Ello comporta, por tanto, que ninguna mujer puede alcanzar la vida eterna. A veces se me ha antojado que los Iniciados, de ser algo más astutos, podrían gozar de una mayor supremacía de la que poseen en Gor. Si supieran, por ejemplo, fusionar sus supersticiones, su saber popular y sus mitos con un auténtico mensaje moral, tendrían mucho más atractivo para la plebe; si hablaran con mayor sensatez la gente sería menos susceptible a sus desatinos, o les perturbarían en menor medida; además, habrían de enseñar que todos los goreanos son aptos para alcanzar la vida eterna a través de la práctica de sus rituales; esto ensancharía el atractivo de su mensaje, e, ingeniosamente, explotaría el miedo a la muerte para avivar sus proyectos; finalmente convendría granjearse la simpatía de las mujeres con mayor empeño, porque, en la mayoría de ciudades goreanas, las mujeres, de una u otra clase, cuidan e instruyen a los niños en los críticos primeros años. Éste sería el momento de inculcar en ellos, mientras son inocentes y confiados, las supersticiones que podrían controlarlos sutilmente a lo largo de toda su vida. Pero los iniciados, como muchas castas goreanas, estaban ligados a la tradición. Además, eran harto poderosos tal como estaban las cosas. Un gran número de goreanos se tomaban con cierta seriedad su pretensión de poder aplacar e influir a los Reyes Sacerdotes. Y esto era ya suficiente.

Templo:- Los ornamentos del templo eran harto espléndidos: colgaduras de oro, cadenas de oro y lamparillas de oro quemando el más refinado de los aceites de tharlarión importados. Miré los hambrientos ojos de un niño, que colgaba de un saco a la espalda de su madre. La mujer no dejaba de cabecear en su rezo. El templo en sí es bastante espacioso. Mide unos treinta y seis metros de longitud por doce de anchura y altura. El techo, enripiado con madera, descansa sobre las paredes y sobre dos hileras de columnas cuadradas. En éstas, y en partes de las paredes, había clavadas láminas de oro en las que estaban inscritas plegarias e invocaciones a los Reyes Sacerdotes. Abundaban los cirios en el sagrario. El elevado altar, de mármol, instalado sobre una plataforma del mismo material con tres anchos escalones, estaba coronado de un amplio círculo de oro, que a menudo se considera un símbolo de los Reyes Sacerdotes. No tiene principio ni fin. Supongo que representa la eternidad. Al pie del altar se sacrificaban bestias algunas veces; se las agarraba por los cuernos, se les retorcía la testa y la sangre que manaba de sus abiertos pescuezos se recogía en cuencos de oro para derramarla sobre el altar; asimismo, se quemaban allí porciones selectas de su carne, y el humo escapaba por un pequeño orificio del techo. El templo se halla orientado hacia las Sardar. Cuando el sumo iniciado se pone de cara al altar, delante del círculo de oro, mira hacia las remotas Sardar, la morada de los Reyes Sacerdotes. Inclina la cabeza y ora, y alza la carne quemada a los lejanos habitantes de aquellas misteriosas montañas.
No hay pinturas o representaciones de los Reyes Sacerdotes en el templo, ni, que yo sepa, en alguna parte de Gor. Se tiene por blasfemia el acometer un lienzo de los Reyes Sacerdotes. Los Iniciados sostienen que carecen de dimensiones y de forma. Esto es incorrecto, pero imagino que a los iniciados les convienen tales conjeturas. Yo pensaba en el aspecto que podría tener una gran pintura de Misk, colgando a un lado del templo. Me preguntaba qué sería de la religión de los Reyes Sacerdotes si alguna vez éstos decidieran darse a conocer a los hombres.
No le auguraba un brillante futuro.

RITUAL PARA UN MUERTO

- Entonces, afuera, sonó una vez la gran barra hueca que colgaba de su cadena.
En el interior los iniciados, y los muchachos, a una señal del Sumo Iniciado, una mano alzada que semejaba una garra, guardaron silencio.
Entonces el iniciado se levantó de su trono, anduvo lentamente hasta el altar y subió los escalones. Se inclinó tres veces ante Sardar y luego volvió la cara hacia la congregación.
—Que entren al recinto de los Reyes Sacerdotes -dijo.
Ahora llegaron hasta mí, procedentes del exterior, los cantos y las salmodias de los iniciados. Doce de ellos habían bajado hasta el navío, con cirios, para escoltar el cuerpo de Ivar Forkbeard hasta el templo. En estos momentos entraban dos, portando cirios. Todos los ojos se esforzaban por ver la procesión, que ahora, despaciosamente, cantando los iniciados, penetraban en el templo repleto de incienso.

-Detrás de la plataforma de lanzas desfilaba la tripulación de Forkbeard, sin armas, escudos ni cascos. Yo sabía que no estaba permitido llevar armas al templo de los Reyes Sacerdotes.

-Para el asombro de la muchedumbre, a una señal del Sumo Iniciado de Kassau, dos iniciados inferiores abrieron la puerta a la baranda blanca.
Otro iniciado, pulcro y rechoncho, untuosa su rapada cabeza, brillante a la luz de los cirios, se acercó, portando un pequeño recipiente de oro lleno de crisma, a cada uno de los cuatro hombres de Torvaldsland e hizo en sus frentes el signo de los Reyes Sacerdotes, el círculo de la eternidad.
La multitud profería exclamaciones de asombro. Era un increíble honor el que se les hacía a esos hombres, que pudieran transportar por sí mismos el cuerpo de Ivar Forkbeard hasta los elevados escalones del gran altar. Era el crisma de la autorización provisional, que, en las doctrinas de los iniciados, le permiten a alguien no consagrado al servicio de los Reyes Sacerdotes penetrar en el sagrario. En cierto sentido se considera ungimiento, si bien uno de inferior, y de eficacia provisional.

- Los finados no precisaban de ungimiento para acceder al sagrario. Sólo los vivos, se cree, pueden profanar lo sagrado.
Los cuatro hombres de Torvaldsland subieron el enorme cuerpo de Ivar Forkbeard hasta el altar. Entonces, aún bajo su blanco sudario, lo depositaron cuidadosamente en el escalón más alto.
Tras esto, los cuatro hombres retrocedieron, dos por banda, con las cabezas gachas. El Alto Iniciado comenzó entonces a entonar una compleja plegaria en goreano arcaico, a la cual, de vez en cuando, los iniciados responseaban al unísono. En cuanto el iniciado concluyó su plegaria, los demás de su casta acometieron un solemne himno, mientras el iniciado principal, en el altar, de espaldas a la congregación, empezaba a preparar, con palabras y signos, el óleo de los Reyes Sacerdotes, para el ungimiento de los restos de Ivar Forkbeard.
Ahora el Sumo Iniciado se volvió hacia la congregación. Llevaba en las manos la cajita redondeada, de oro, en la cual se guardaba el óleo de los Reyes Sacerdotes. A sus pies yacía el cuerpo de Ivar Forkbeard.
La muchedumbre se sentó; respirando apenas, alzando las cabezas, atentos, observaron al Sumo Iniciado de Kassau. Vi a la muchacha rubia de puntillas, con sus zapatos negros, atisbando por encima de los hombros de las mujeres que había delante de ella. Sobre el estrado, los hombres de importancia y sus familias observaban asimismo al Sumo Iniciado.
—¡Loados sean los Reyes Sacerdotes! -vociferó el Sumo Iniciado.
—Loados sean los Reyes Sacerdotes -respondieron los iniciados.

-Para el compañerismo Libre: Se consultaron los auspicios, mediante la lectura del hígado de un verraco sacrificado, operación que estaba a cargo de los miembros de la Casta de los Iniciados. En cuanto se determinó que los augurios eran favorables, dio comienzo el Viaje de Compromiso, consistente en una marcha a pie desde el Fuerte de Saphronicus hasta Ti. (libro 11 capitulo 5).

-Me encontraba en las vecindades de la empalizada. Los Iniciados llevaban a cabo ceremonias y sacrificios. En un sitio se sacrificaba un bosko. Se quemaba incienso y repicaban las campanas. Se entonaban cánticos. (libro 12 capitulo 4).
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