-De repente distinguí entre el público a una figura grande y sombría, sentada sobre un elevado trono de madera, rodeada de tarnsmanes. Llevaba el casco oscuro de la Casta de los Asesinos.
-No podía olvidar al hombre sobre el trono, al hombre del casco negro, y casi temía que me hubiera visto y que ya hubiera tomado sus medidas.
-Dentro de mi campo visual apareció un objeto negro, que resultó ser el casco de un miembro de la Casta de los Asesinos. Lentamente se alzó el casco y contemplé un rostro flaco y cruel, un rostro que parecía de metal gris.
—Soy Pa-Kur —dijo el hombre—. Jefe de Asesinos de Ar. Comandante Supremo de este ejército.
-Los hombres detrás de Pa-Kur murmuraron. El del casco negro no parecía reaccionar.
—Mi arma —dijo, y extendió su brazo. De inmediato colocaron en él una ballesta. Se trataba de una gran arma de metal, lista para disparar.
—Te hubiera concedido una muerte digna —dijo con el rostro inmutable—, si no hubiera sido por la hija de Marlenus que se opuso a ello. Lo juro por el casco negro de mi casta.
Yo llevaba el uniforme de un guerrero de la Casta de los Asesinos y, en el lado izquierdo de mi casco, resplandecía la franja dorada de mensajero.
bolsillos del cinturón. A diferencia de las otras castas, los Asesinos no llevan bolsos. Kuurus, de la Casta de los Asesinos, entró por la gran puerta de Ar.
-Me eché a reír.
Flaminio me miró con curiosidad.
—Rara vez —dijo— los miembros de la casta negra ríen
-Los guardias no lo detuvieron porque mostraba en la frente la señal de la daga negra.
Durante muchos años no se había visto en Ar la túnica negra de los Asesinos;
- Cuando un miembro de la Casta de los Asesinos ha recibido su paga y conoce su misión, se aplica ese signo en la frente, de modo que puede entrar en todas las ciudades y nadie se atreve a impedirle su trabajo.
-matador dirigiéndose al Asesino con el término que para esa casta es un título de respeto
-Así, Kazrak de Puerto Kar, durante algunos años Administrador de Ar, fue derrocado por votación y desterrado de la ciudad, y públicamente se le negó la sal, el pan y el fuego, como le habla ocurrido otrora a Marlenus, que había sido Ubar de Ar. Era un cuchillo para matar. En el pomo de la daga, rodeándolo, se encontraba la leyenda “Lo busqué. Lo encontré”.