Telima se sienta al lado del huerto mirando hacia todo los lados esperando que nadie la vea. Respira hondo y piensa en todo lo que ha sucedido desde que ha llegado a ese lugar. “Tyros” dice casi en un susurro mientras se sumerge en sus pensamientos y frota su pierna, ya no le duele tanto pero esa marca la tortura. Nadie hasta ese momento había querido marcarla y sin marcas se sentía mas unida al mundo donde se supone que ella nació. Piensa en ello y frunce el ceño, incluso le enfada pues no recuerda nada del mismo. Sabe que la criaron como una esclava, recuerda todas las palabras y los castigos donde le decían que se olvidara de donde venía, que ahora ya no estaba en el planeta esclavo y que nunca volvería. Ya no recuerda nada de aquel lugar, ni caras, ni lugares, ni el idioma que hablaba. Solo cosas sueltas que de vez en cuando sueña, pesadillas que la persiguen y la torturan.
Suspira. Ella creció en la cadena de un esclavista en las cercanías de Cardonicus, desde luego no se preocupaba de su educación, solo de que obedeciera, aunque fuera a golpes. Se cansó de los mismos y comprendió que lo mejor era obedecer por lo menos eso decían el resto de las muchachas. Fue vendida a temprana edad a un tabernero al que poco le importaban sus esclavas y tampoco invertía en sus habilidades. Solo quería que atendieran el lugar, tanto a el como a los borrachos que lo regentaban tratandola a ella y las demás como simples bestias. Paso varios años de su vida sirviendo a borrachos de manos largas, cocinando para ellos, limpiando aquella mugrienta taberna que olía a alcohol, humedad y sexo por todas las esquinas. Odiaba aquel lugar, y odiaba a los hombres pues no había recibido nada de ellos más que golpes. Había aprendido a obedecer y a ofrecerse a ellos, a dejar que la usaran como quisieran, pero nunca había sentido eso que decían que era el calor de una esclava por un Amo. Solo sentía repulsión hacia ellos. A veces se sentía poderosa cuando veía lo que podía hacer moviendo su pequeño cuerpo delante de aquellos grandes hombres, insinuándose, pero era lo más lejos que podía hacer para llegar a sentirse bien en aquel asqueroso lugar.
Un día el tabernero bebió de más alentado por ella y por todas las de la cadena. Algo que era normal en el, era un hombre que solo pensaba en gastarse en dinero que ganaba en bebida y mujeres. Ese día cometió el error de dejar las llaves a la vista y algunas consiguieron liberar las cadenas con las que solían ir unidas. Escaparon algunas y kalima entre ellas sabiendo que posiblemente nunca más volvería ver a a ninguna de esas muchachas con las que había pasado los peores momentos de su vida. Quería irse de ese lugar pero la apenaba pensar que nunca más volvería a verlas. Con lágrimas en sus mejillas echó a correr sin mirar atrás. Corría con todas sus ansias hasta que dejó de escuchar las cadenas y hasta que ya no tenía fuerzas para seguir haciéndolo.
Y así pasó días muerta de miedo y de hambre. Escondida en los bosques pensando que igual la taberna no era tan mala idea si terminaba siendo la comida de cualquier salvaje animal. Algunos días veía pasar a mujeres salvajes y se pasaba ahns y ahns sin moverse por miedo a que la vieran. Sin poder soportar más el hambre que sentía se acercó nuevamente a las murallas de la ciudad y llamó a las mismas y se ofreció a cambio de algo de comida.Allí pasó algunas lunas las cuales prefiere no recordar.
Telima alza su vista observando que no venga nadie y la vea al lado del huerto sin hacer nada, pues teme el látigo de su nuevo Amo. Toma aire y piensa nuevamente en aquella ciudad. Se le pone la piel de gallina al recordar el día que atacaron unas salvajes y la capturaron. Ella no pudo ver nada y al momento se vio dolorida y tirada en el suelo.
La arrastraron por el suelo durante un largo rato, la llevaron a un campamento y le dijeron que la venderían como lo que era... un simple animal. “Que ironia!” pensó. Siempre estaba en la misma situación. Realmente no tenía miedo y se dejo llevar donde ellas desearan, estaba claro que los dioses esos que decían que habían en ese lugar tenían planeado algo más para ella.
Y allí estaba ahora mismo... en “Tyros” vuelve a repetir la palabra despacio. Y era la 5ª en la cadena de un esclavista al que temía tanto como a su látigo. Su nombre siempre había sido kalima... pero el decidió que a partir de ese momento sería telima. Telima, una muchacha de piel blanca como la leche de verr, el pelo negro y largo que hace contrastar sus amplios ojos azules que aún no habían perdido el brillo de una niña.
Suspira, debería de seguir trabajando en el huerto. Por lo menos eso es mucho más fácil que los hombres borrachos. Mira nuevamente la marca en su muslo. Le han dicho que ella debería de sentirse orgullosa de ella. Piensa en esas palabras... ella solo ve una marca en la piel de una muchacha... algún día llegará a verla como lo que las otras muchachas de ese lugar le dicen? Y a sentir lo que se supone que debe de sentir una esclava?
Vuelve a respira profundamente mientras se levanta alisando las ropas de trabajo que lleva, aún queda un buen largo día de trabajo antes de que que se ponga el sol. Esa es la vida de una esclava piensa...