Don Roberto pertenece a una conocida familia de Kasra, todos ellos de la casta amarilla desde tiempo inmemorial. Se dice que la familia Paulino son los padres de las torres de Kasra y ellos no se cortan un pelo en que tal leyenda siga bien grabada en la memoria de todo goreano.
También son conocidos por su afición a la comida, no ha habido miembro de la familia Paulino que no haya disfrutado de una buena mesa y son muy conocidos sus almacenes que rebosan siempre de ricos manjares. Sus banquetes son los más bulliciosos y nadie quiere perdérselos. Celebran cualquier acontecimiento, por pequeño que sea. Cualquier excusa es buena para celebrar un banquete ya sea un cumpleaños, la finalización de una obra, la partida de viaje o el regreso.
Don Roberto fue el hijo único del representante de la Casta Amarilla de Kasra y fue criado con mimo rodeado del cariño de su padre, su madre, sus esclavas y vecinos. No se le privaba de ninguna chuchería y siempre tenía algo de comida en la boca. Nació con 4 kg de peso y siempre creció más a lo ancho que a lo largo.
Cuando su padre consideró que estaba en edad de conocer mundo lo envió por todo Gor para que aprendiera todo lo que sobre arquitectura podía aprender en cada ciudad. Visitó Ar donde pasó cuatro años fascinado por la grandiosidad de la ciudad. Estuvo por el norte y bajó hasta Turia donde conoció a una dama casta roja que precisamente partía hacia Cardonicus.
Él la siguió hasta allí y la cortejó hasta conseguir que ella aceptara la unión libre. Hacían una pareja perfecta, pero ella un día partió de viaje y nunca más volvió.
Le llegó un mensaje en el que le decían que había sido asaltada y que había muerto pero algo dentro de él le decía que no fue así.
Y sus sospechas eran ciertas, ella había desaparecido huyendo de él. Tanto goreano musculoso alrededor de ella era demasiado tentador como para seguir unida a un hombre de tal corpulencia. Ella olvidaba que ese rasgo lo compartían ambos.
A la edad de 25 años regresó a su ciudad natal donde su padre le esperaba para retirarse y cederle el puesto en la ciudad. Él aceptó gustoso ya que de esta forma podría centrarse en el trabajo y olvidar su triste vida amorosa.
FIN