Tyros, la perla del Thassa
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 Torvaldsland del Libro.

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Dalsay el Negociador

Dalsay el Negociador


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MensajeTema: Torvaldsland del Libro.   Torvaldsland del Libro. I_icon_minitimeJue Mar 04, 2010 12:40 am

TORVALDSLAND:Las mujeres profirieron gritos de aflicción. El entrar en el círculo es, para una hembra, según las leyes de Torvaldsland, declararse a sí misma una esclava. Una mujer, claro está, no precisa entrar en él por voluntad propia. Puede, por ejemplo, ser arrojada a su interior, desnuda y atada. Como quiera que entre en el círculo, de él sale, según dichas leyes, como una esclava.

-—Cinco noches a partir de esta noche -dijo Ivar Forkbeard- en el roquedal de Einar, junto a la piedra rúnica de la Torvaldsland.
Yo sabía de esta piedra. Muchos se sirven de ella para marcar la frontera entre Torvaldsland y el sur. La mayoría de habitantes de Torvaldsland , empero, supone que sus fronteras se extienden mucho más allá de la Torvaldsmark. Claro que algunos de los hombres de Torvaldsland consideran que Torvaídsland se halla dondequiera que varen sus navíos, en tanto que lleven su tierra y sus espadas con ellos.

-—¡Loado sea Odín! -Y después, echándose el hacha al hombro, sujetándola allí con la mano izquierda, volvió la cara hacia Sardar y levantó el puño. No era solamente un signo de desafío a los Reyes Sacerdotes, sino el puño, el signo del martillo. Era el signo de Thor.

- La corriente de Torvaid es tan amplia como un río en el mar, de pasangs de ancho, cuya temperatura es superior a la del agua circundante. Sin ella, una gran parte de Torvaldsland , yerma como es ya, no sería otra cosa que un desierto congelado. Torvaldsland es una región escabrosa, cruel e inhóspita. Encierra numerosos acantilados, ensenadas y montañas. Su tierra de labranza es escasa, y se da en pequeñas extensiones, las cuales se cotizan mucho. Las granjas no abundan, y la comunicación entre ellas suele ser por mar, en barquitas. Sin la corriente de Torvald, probablemente sería imposible recolectar cereales en cantidad suficiente para alimentar siquiera a su poco densa población. A menudo no hay bastante comida bajo circunstancia alguna, particularmente en Torvaldsland del norte, y el hambre no es rara. En tales casos, los hombres se alimentan de cortezas, líquenes y algas marinas. No es extraño que los jóvenes de Torvaldsland suelan hacerse a la mar en busca de fortuna.

-. Las esclavas estaban detrás de nosotros. Ya no llevaban atados los tobillos; ahora, sin embargo, se les había ceñido al cuello una soga del norte, de cuero trenzado, con alma de alambre, de unos diez centímetros de espesor.

- Cerró entonces el puño sobre el mismo. Era el signo del martillo, el signo de Thor. Luego el pichel, que tenía dos grandes asas de bronce, pasó de mano en mano entre los remeros, quienes echaban la cabeza hacia atrás y bebían cerveza, derramándosela por el cuerpo. Era la cerveza de la victoria.
Después el propio Forkbeard apuró lo que quedaba en el pichel, lo arrojó al pie del mástil y entonces, para mi asombro, saltó desde el navío sobre los remos en movimiento, y luego, mientras la serpiente avanzaba paralela al muelle, haciendo las delicias de los que le vitoreaban en la orilla, ejecutó gozoso la danza de los remos del pirata de Torvaldsland . No es realmente una danza, claro está, sino una proeza atlética de no poca valentía, que requiere un ojo espléndido, un fantástico equilibrio y una increíble coordinación. Ivar Forkbeard, vociferando, saltaba de un remo a otro, de proa a popa y luego viceversa, hasta que por fin, elevando los brazos, dio un brinco que le llevó de nuevo al interior del barco. Entonces se quedó en la proa, a mi lado, sudando y sonriendo. En la orilla brindaban por él con jarras de cerveza. Los hombres aplaudían. Oía gritar a las esclavas.

- Él abrió el engoznado collar de hierro negro y se lo ciñó al cuello.
—Pon la cabeza junto al yunque -dijo.
La asió por el pelo y tiró de él, haciendo que su cuello descansara en el lado izquierdo del yunque. Sobre éste reposaban las junturas de las dos piezas del collar. El interior de éste quedaba separado unos cinco centímetros del cuello. Desde donde me encontraba, podía ver el fino vello de la nuca de la muchacha.
Enérgicamente, el herrero pasó un remache de metal por los tres agujeros del collar.
—No muevas la cabeza, esclava -le advirtió.
Entonces, con fuertes martillazos, remachó el collar de hierro en torno a su cuello.
Hecho esto, un hombre la aferró por el pelo v la arrojó a un lado del yunque. Ella se quedó allí tendida, sollozando.

- A poco ella, subió la escalerilla de madera en dirección al estrado.
Éste es una pasarela de madera sobre la cual desfilan las esclavas de una parte a otra, sonriendo y contoneándose; sin embargo, no están en venta. El estrado ha sido instituido para el placer de los hombres libres. No dista mucho de las competiciones, si bien no se adjudica tálmit alguno. Hay jueces, por lo general jarls de categoría inferior y traficantes de esclavos. Ningún juez, dicho sea de paso, es una hembra. A las mujeres no se las considera competentes para juzgar la belleza de una hembra; se dice que sólo un hombre puede hacerlo.

- Al abandonar el prado de la asamblea distinguí, a lo lejos, una alta montaña coronada de nieve.
—¿Qué montaña es ésa? -pregunté.
—Es el Torvaldsberg, o monte de Torvald -explicó Ivar Forkbeard-. Dice la leyenda que Torvald duerme allí -sonrió-, y que despertará sólo cuando se le necesite en Torvaldsland una vez más.

- La mujer del Jarl había hablado. Las mujeres libres del norte tienen mucho poder.

-La flecha de guerra había recorrido Torvaldsland . La habían llevado a la Ensenada de los Acantilados Verdes, al Campamento de Thorstein; desde el Glaciar del Hacha hasta el Roquedal de Einar, /
el Roquedal de Vars El Roquedal de Vars mide unos cuarenta metros aproximadamente. Es fragoso, de piedra grisácea, pero, en general, llano. Se alza de diez a veinte metros sobre el agua.
Estábamos solos, mirándonos el uno al otro.
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